Pues bien, después de todo por lo que había pasado, estaba decidida a disfrutar de mi cuerpo a rajatabla, del placer y la lujuría y dejar atrás al corazón. Me dije a mí misma que lo guardaría para siempre en una cajita negra con espinas para no abrirla jamás, y abandonarlo allí, roto y destrozado esperando a que se curara por sí solo hasta que fuese capaz, en varios años, de volver a ejercer su función. Pero me engañaba a mi misma día a día, sabía que podía llevar esa vida de placer y carencia de sentimientos con facilidad, me iba bien, perfectamente bien, pero cometí el error de equivocarme con la misma persona siempre y desde el primer momento en el que me dio un pinchacito en el pecho por una tontería cualquiera que esperase de él y no fuese tal como quise, me di cuenta de que no podía. Me mentalizaba cada día de un NO, de que no iba a volver a lo mismo, que no quería volver a enamorarme porque sabía que el amor, es dolor y sufrimiento. Y mi querido corazón aún seguía sufriendo su pena en mi cajita, sabía que aún no estaba listo y si lo estaba, me negaba, el miedo me hacía temblar solo de pensarlo, no estaba preparada para afrontarlo de nuevo. A veces, no paraba de buscar escusas, de pensar en que no encajábamos, que no me veía con él, de la mano, paseando y callados como si nada. Pensaba y maldecía que el otro había dejado el listón demasiado alto, pero mi madre me dijo un día, que a las personas se las educan y se las enseñan a ser de una forma u otra contigo, que debemos aprender a escoger lo que nos hace feliz y lo que es bueno para nosotros, escuchar a las personas y aprender de ellas también, y al darme cuenta de qué significaban esos silencios que tanto me incomodaban, que me frustraban y me hacían querer salir corriendo, empecé a mentalizarme de ser feliz y escuchar los latidos que comenzaban a escucharse desde la cajita. Pero voy con cuidado y pies de plomo, investigando cada paso que doy, asegurándome de no cometer ningún error y de no bajar la guardia, quitarme la coraza y ser débil. Y cada día, me doy cuenta de que él puede curar mi herida, de hacerme sonreír y ser feliz de la manera en la que lo era antes.
Como decía, SENSACIONES.
Igual que toda historia tiene dos versiones, toda persona tiene dos caras, la que enseña y la que no, es una dualidad comparable a la luz y a la oscuridad. Todos poseemos la capicidad de ejercer el bien y el mal, pero aquellos que tienen verdaderamente el poder son los que pueden permanecer en la línea que separa ambos.
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